sábado, 3 de marzo de 2018

La madrugada de un sábado

Fui a un lugar ajeno a mi naturaleza.
Música vacía, un buda mancillado por la frivolidad de los presentes,
gigantesco, dorado.
En un lapsus de vulgaridad accedí a una fotografía grupal con él.
Bailes que no expresaban nada,
ruido vacío y risas tontas.

Mujeres en la cumbre del triunfo y la sensualidad,
bailando como toda mujer de verdad lo hace,
sin ridiculeces, ni gestos infantiles.
Son todo lo que no soy,
sólo tenemos en común el factor biológico.

Hombres vacíos y dependientes,
desesperados por parecer triunfadores,
carentes de verdadera hombría.
Inspiraban aburrimiento,
no soportaría bailar una sola pieza con ellos,
además, creo que tampoco su tipo de mujer,
se dan cuenta que sus tonterías no me impresionan.

Tres de la mañana,
Miraflores y su clásica neblina, paso a paso, regreso a mi hogar,
del cual, en el fondo, no deseaba salir.

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